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Equinoterapia, la alegría sanadora

07/03/2022

Desde hace once años Sebastián Basso enseña a andar a caballo. Pero no solamente eso, dedica una gran parte de su tiempo a “curar” con caballos. No es exagerado el término, él no es médico, sino profesor de equitación, pero abrazó una vocación muy especial, tanto como sus alumnos. Trabaja con chicos que tienen alguna discapacidad motriz o cognitiva, o bien provienen de hogares en riesgo, y hace posible la magia: el vínculo entre los chicos y los caballos se va convirtiendo en parte de la recuperación, en un hábito milagroso que acomoda huesos, suma sonrisas, calma dolores. Hace un tiempo se le sumó Yanela Salvatico, psicopedagoga, y con ella componen la dupla perfecta para ayudar a sanar en el mejor marco posible.

Están en Leandro N. Alem, en la Escuela de Equitación Municipal, y ahí estuvimos.

Sebastián -Nosotros trabajamos con chicos que tienen alguna discapacidad, y también aquellos que están en riesgo social. Estos objetivos fueron los que se trazaron conjuntamente con el Municipio, lo que nos permitió armar este proyecto tan lindo.

Aprovechamos todos los beneficios que trae el contacto con el caballo. Para lo motriz, el propio andar del caballo a veces simula–para los que no pueden caminar- los movimientos que harían si lo hicieran. De esa forma se mejora la funcionalidad, y también la calidad de vida de las personas.

Yanela –Los chicos tienen su turno individual. Vienen una o dos veces por semana, según lo que requiera el especialista. Lo vamos pautando de acuerdo a su disponibilidad horaria, pero siempre va a ser como mínimo una vez por semana.

Sebastián - Cada caso es absolutamente particular, y así lo tratamos. De acuerdo con la derivación del médico, adaptamos las sesiones. Por supuesto que también nos reunimos con los padres para saber más del chico y conocer también las expectativas familiares. A partir de ahí vamos decidiendo qué actividades hacer, qué caballo usar, si crear un vínculo con el caballo o ir cambiándolo, todo eso está planificado de acuerdo a cada uno.

Yanela -Hay sin duda experiencias que nos dejan huella. Tuvimos un chico con autismo, que pasó de no querer ni acercarse al caballo a manejarlo absolutamente solo. Para nosotros fue un logro importantísimo.

Sebastián -En los casos de chicos en riesgo social, tuvimos el acompañamiento también de la familia. En general, a todo el mundo le gustan los caballos, entonces venir se convierte en un paseo para todos. Los chicos vienen con ganas, lo toman como un juego, y así sin darse cuenta van mejorando sus patologías físicas y anímicas.

Nosotros no damos “el alta”. En algunos casos se nota una mejora, pero como las discapacidades son permanentes, se trabaja en la mejora de la calidad de vida, en favorecer la autonomía, así que los chicos siguen viniendo. Y obviamente es inevitable que elaboremos con ellos un vínculo de afecto. La naturaleza, el juego, los caballos, el ambiente de afecto, todos esos factores son facilitadores para lograr los progresos que buscamos.

Yanela - Los caballos necesariamente son mansos. Además, cada uno trabaja en una problemática particular. En este momento, por ejemplo, hay uno que está en proceso de integrarse a la equinoterapia, pero lleva su tiempo.

Vocación de servicio, amor por lo que hacen, un ambiente natural, animales mansos y cariñosos… no se nos ocurre un mejor lugar para curar.


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